CICLO DE FORMACIÓN ONLINE

2. ORÍGENES DE NUESTRA HERMANDAD.


El origen de la Hermandad no está documentado, aunque se piensa que debió fundarse en la segunda mitad del siglo XVI, a semejanza de otras muchas que comenzaban su andadura en Sevilla o pueblos próximos, bien fundándose como hermandades de sangre, o transformándose de hermandades de luz en hermandades de sangre.

La Imagen que agrupa a los cofrades, es una Virgen de la Soledad, cuyo culto se relaciona de un modo totalmente legendario con la conquista del pueblo en 1247, por las tropas castellano-leonesas de Fernando III.

Según nos cuenta la leyenda al disponerse a matar un soldado castellano a una madre y su hijo, afectado de tercianas, cristianos pero habitantes de La Algaba, se le aparece, sobre la higuera a cuya sombra se cobijaba, la Virgen de la Soledad con su Hijo muerto en el regazo. Ante esta visión, el soldado desiste de su empeño y la madre e hijo quedan salvos.

A partir de este relato, siempre dentro de la tradición, y por supuesto sin pruebas escritas, empezaría en el pueblo la devoción a la Soledad de la Virgen.

No es hasta 1586 cuando encontramos los primeros documentos que hacen referencia a la Virgen de la Soledad y a una Hermandad que agrupa a sus devotos, se titula Hermandad del Espíritu Santo y Soledad de la Madre de Dios.

En dicho año mantiene un pleito con la Parroquia por haber cambiado su sede al Monasterio de Franciscanos Angelinos, que habían fundado recientemente los marqueses de la Villa.

Curiosamente, la Hermandad agrupa a la mayoría de los habitantes moriscos de La Algaba, los cuales habían sido expulsados del Reino de Granada, después de la rebelión de Las Alpujarras. Proceden en su mayor parte de la zona de Vélez-Málaga: Cutar, Benamargosa, Benamocarra, Cómpeta,… El total de Hermanos ascendía a unos 80 y la Hermandad ya era de las de sangre, efectuando la procesión de disciplina en la tarde de Viernes Santo.

En la década de 1620 vuelve a la Parroquia por haber sido destruido el Convento en una de las múltiples riadas del río Guadalquivir y la ribera de Huelva.

En la primera mitad del siglo XVII la Hermandad incorpora la imagen del Señor Resucitado, que en la Iglesia del Convento Franciscano se hallaba en el mismo retablo que el resto de las imágenes, esto es, la Virgen de la Soledad y luego el Cristo Yacente A finales de este mismo siglo  debió incorporar a su titulación el Santo Entierro de Cristo, porque ya en los primeros años del siglo XVIII aparece así titulada y sin embargo perdió el fundacional del Espíritu Santo. Igualmente debió incorporar la imagen del Cristo Yacente y su correspondiente paso de salida.

En 1761 redacta nuevas Reglas para su gobierno, pues perdió las que tuvo en el siglo XVI. A finales de este mismo siglo comienza la costumbre de costear el entierro a los hermanos y a las hermanas, y que perduró hasta el primer tercio del siglo XIX. Al siglo de las luces corresponde también el disfrute de dos hazas de tierra que la Hermandad tuvo al pago del Tovar, se solían alquilar y el dinero se aplicaba a los gastos originados en las procesiones de la tarde del Viernes Santo y la tarde del Domingo de Resurrección

Continúa teniendo su sede en el Convento Franciscano, hasta 1856, en que se traslada a la Parroquia, excepto un breve paréntesis.

La vida de la Hermandad en el siglo XIX, que es ahora el que nos ocupa, se inicia con la francesada. No tenemos referencias directas de cómo le afectaría a la Hermandad la invasión francesa, aunque sí podemos deducirlo de un modo indirecto, ya que a partir de ese momento, se extinguen casi por completo los entierros que la Hermandad costeaba a los hermanos, los cuales son relativamente frecuentes en el último tercio del siglo precedente. Las funciones del Descendimiento y la Resurrección, así como la salida procesional de la tarde del Viernes Santo, pasan a ser costeadas por D. Pedro López de Valladares, Mayordomo de la fábrica parroquial.

Todo ello nos viene a indicar que la principal fuente  de ingresos de la Hermandad, la cuota anual que pagan los Hermanos ha debido quedar reducida a la nada, ya que solo una persona se hace cargo de los principales gastos de la Hermandad.

En la Parroquia se instala en un retablo bajo la tribuna del órgano, donde más tarde, en torno a 1947 construye su capilla e instala el mismo retablo. Desde allí continúa efectuando sus dos salidas procesionales, en la tarde del Viernes Santo y el Domingo de Resurrección, y sus correspondientes cultos.

1. ¿QUIÉN SOSTIENE LA HERMANDAD?

Si se pregunta quiénes son los responsables de sacar adelante una Hermandad rápidamente se piensa en  el Hermano Mayor y su Junta de Gobierno. Sin duda es así. Son ellos, con el concurso de los auxiliares, quienes dedican tiempo y atención para que la Hermandad funcione, se atienda a los hermanos, se cobren las cuotas, se organicen los cultos, se lleve a cabo el plan de formación, se prepare la cofradía,  el patrimonio esté siempre en perfecto estado y desde la Comisión de Caridad se atiendan las necesidades que se presenten. Es a ellos a quienes corresponde el mantenimiento y  el desarrollo de la Hermandad.
Pero una Hermandad no sale adelante sólo con el generoso esfuerzo de su Junta de Gobierno. De poco serviría su trabajo si no estuviera sostenido por la oración de otras muchas personas, hermanas o no.
Cada hermandad tiene un tesoro grande en los hermanos y hermanas ya mayores, que apenas salen de casa y se pasan las tardes rezando el Rosario ante una fotografía o estampa de los titulares de su Hermandad. Las mismas imágenes que atendieron sus peticiones adolescentes; las preocupaciones por los primeros hijos;  problemas laborales; de salud; la oración por el alma de sus padres y hoy, por fin, la oración serena y confiada de quienes, desde su vejez asumida,  van perfilando una perspectiva de esperanza.

Esos hermanos veteranos,  que vienen aguantando la embestida de las propias fragilidades más allá de los años, tienen su cometido en las hermandades y en la sociedad. Su oración es necesaria para la Hermandad en su conjunto.  Lo explicaba el Papa Francisco: “Una civilización donde no se reza es una civilización donde la vejez no tiene sentido y esto es aterrador. Nosotros necesitamos ante todo ancianos  que recen, porque la vejez se nos dio para esto. La oración de los ancianos es algo hermoso” (Francisco: 11.03.2015).


Y no sólo los ancianos.  Conozco alguna Junta sostenida por la oración de conventos de clausura, a los que el Hermano Mayor acudió solicitando su colaboración. También por personas que ofrecen las molestias asociadas a su enfermedad por las intenciones y necesidades de su Hermandad, como en el Calvario, al pie de la Cruz, la Virgen reza asociando su dolor a la obra de la Redención.
En el día a día de la Hermandad es imprescindible una buena gestión de la Junta de Gobierno con su hermano mayor al  frente; pero la Hermandad no sale adelante sólo con decisiones más o menos brillantes o eficaces, sino con la oración callada y constante de quienes desde su casa, la serenidad del convento, o la cama del hospital van labrando los sillares sobre los que se ha de apoyar realmente la Hermandad.


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Formación de Cierre del AÑO DE LA FE: Examen de Conciencia en la Festividad de Cristo Rey y Cierre del Año Litúrgico


Reflexionamos sobre las siguientes preguntas en silencia y dando a Gracias o Pidiendo a Jesús lo que nos ha dado o lo que nos ha faltado respectivamente en este año litúrgico:

+ ¿Hemos aceptado los dones de su gratuidad? ¿Hemos puesto nuestros corazones a su disposición?

+ ¿Ha sido un año "productivo" este Año de la Fe?

+ ¿Queremos ser de Jesús? ¿Seremos capaces de luchar por su reino?

+ ¿Preferimos formar parte de ese gran batallón de los que ya no luchan, no esperan, no creen, ... ni sueñan?

+ ¿Nos gusta ese trono en forma de Cruz? ¿Queremos reinar con Él?

+ ¿Es nuestro Rey Cristo, o tenemos otros "reyes" a los que servimos?

+ ¿Es nuestro Dios Rey esclavista o Rey de Servidores?





Formación: Festividad De Los Dolores De Nuestra Señora

“Y a ti una espada te atravesará el corazón” (Lucas 2,35)
Fue en el momento de la cruz. Se cumplieron las palabras proféticas de Simeón, como atestigua el Vaticano II: “María al pie de la cruz sufre cruelmente con su Hijo único, asociada con corazón maternal a su sacrificio, dando el consentimiento de su amor, a la inmolación de la víctima, nacida de su propia carne,”. Por eso, la Iglesia, después de haber celebrado ayer la fiesta de la exaltación de la Cruz, recuerda hoy a la Virgen de los Dolores, la Madre Dolorosa, también exaltada, por lo mismo, que humillada con su Hijo. Cuanto más íntimamente se participa en la pasión y muerte de Cristo, más plenamente se tiene parte también en su exaltación y glorificación. Vio a su Hijo sufrir y ¡cuánto!
Escuchó una a una sus palabras, le miró compasiva y comprensiva, lloró con El lágrimas ardientes y amargas de dolor supremo, estuvo atenta a los estertores de su agonía, retumbó en sus oídos y se estrelló en su corazón el desgarrado grito de su Hijo a Dios: “¿por qué me has abandonado?, oyó los insultos, comprobó la alegría de sus enemigos rebosando en el rostro iracundo de los sacerdotes y del sumo Anás y de Caifás, mientras balanceaban sus tiaras, y de los sanedritas, que se regodeaban en su aparente victoria, contempló cómo iba perdiendo el color Jesús, su querido hijo... Su Hijo agoniza sobre aquel madero como un condenado. “Despreciable y desecho de los hombres, varón de dolores, despreciable y no le tuvimos en cuenta”, casi anonadado (Is 53, 35) ¡Cuán grande, cuán heroica en esos momentos fue la obediencia de la fe de María ante los «insondables designios» de Dios! ¡Cómo se «abandona en Dios» sin reservas, «prestando el homenaje del entendimiento y de la voluntad» a aquel, cuyos «caminos son inescrutables»! (Rom 11, 33). Y a la vez ¡cuán poderosa es la acción de la gracia en su alma, cuán penetrante es la influencia del Espíritu Santo, de su luz y de su fuerza!
Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares. La fiesta de nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre y recordamos en ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber aceptado ser la Madre del Salvador.
Este día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.

María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos. Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios. Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de amarlo con mayor intensidad.

EL CONCILIO VATICANO II

El Concilio Vaticano II ha dado nueva luz sobre la Madre de Cristo en la vida de la Iglesia. «La Bienaventurada Virgen, por el don de la maternidad divina, con la que está unida al Hijo Redentor, y por sus singulares gracias y dones, está unida también íntimamente a la Iglesia. La Madre de Dios es tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la unión con Cristo». María permanece, desde el comienzo, con los apóstoles a la espera de Pentecostés y, a través de las generaciones está presente en medio de la Iglesia peregrina mediante la fe y como modelo de la esperanza que no engaña (Rom 5, 5).

MARIA MADRE, IMAGEN DE LA IGLESIA.
 María creyó que se cumpliría lo que le había dicho el Señor. Como Virgen, creyó que concebiría y daría a luz un hijo: el «Santo», el «Hijo de Dios. Como esclava del Señor, permaneció fiel a la persona y a la misión de este Hijo. Como madre, «creyendo y obedeciendo, engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, cubierta con la sombra del Espíritu Santo».Por estos motivos María «con razón desde los tiempos más antiguos, es honrada como Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles en todos sus peligros y necesidades acuden con sus súplicas». Como virgen y madre, María es para la Iglesia un «modelo perenne». Como «figura», María, presente en el misterio de Cristo, está también presente en el misterio de la Iglesia, pues también la Iglesia «es llamada madre y virgen», con profunda justificación bíblica y teológica. La maternidad determina una relación única e irrepetible entre dos personas: la de la madre con el hijo y la del hijo con la Madre. Aunque una mujer sea madre de muchos hijos, su relación personal con cada uno caracteriza la maternidad en su misma esencia, pues cada hijo es concebido de un modo único. Cada hijo es querido por el amor materno, y sobre él se basa su formación y maduración humana. Lo mismo ocurre en el orden de la gracia, que en el de la naturaleza. Así se comprende que Cristo en el Calvario expresara en la cruz, la nueva maternidad de su madre en singular, dirigida a un hombre, Juan: «Ahí tienes a tu hijo».

MARIA MADRE DE CRISTO, DE JUAN Y DE TODOS
El Redentor confía su madre al discípulo y, se la da como madre. La maternidad de María, es un don que Cristo mismo hace personalmente a cada hombre. El Redentor confía María a Juan, en la medida en que confía Juan a María. A los pies de la Cruz comienza aquella especial entrega del hombre a la Madre de Cristo. Cuando Juan en su evangelio, después de haber recogido las palabras de Jesús en la Cruz a su Madre y a él mismo, añade: «Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa» (Jn 19,27). A él se atribuye el papel de hijo y él cuidó de la Madre del Maestro amado y se entregó, lo que expresa la relación íntima, como la respuesta al amor de la madre.

MARIA MADRE DE LA IGLESIA
La dimensión mariana de los discípulos de Cristo se manifiesta en la entrega filial a la Madre de Dios, iniciada con el testamento del Redentor en el Gólgota. Entregándose filialmente a María, el cristiano, como el apóstol Juan, «acoge» a la Madre de Cristo y la introduce en todo el espacio de su vida interior, en su «yo» humano y cristiano: «La acogió en su casa» Así el cristiano, entra en el radio de acción de la «caridad materna», con la que la Madre del Redentor «cuida de los hermanos de su Hijo», «a cuya generación y educación coopera». Esta relación filial, esta entrega de un hijo a la Madre tiene su comienzo en Cristo y se orienta a él, pues María sigue repitiendo a todos las mismas palabras de Caná de Galilea: “Haced lo que él os diga”. María es la primera que «ha creído», y con esta fe suya de esposa y de madre quiere actuar sobre todos los que se entregan a ella como hijos. Y cuanto más perseveran los hijos en esta actitud y avanzan en la misma, tanto más María les acerca a la «inescrutable riqueza de Cristo» (Ef 3, 8). Y de la misma manera ellos reconocen cada vez mejor la dignidad del hombre en toda su plenitud, y el sentido definitivo de su vocación, porque «Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre». (Redemptoris Mater).

CONCLUSIÓN
El Eterno Padre sufre misteriosamente viendo a su Hijo sufrir agonizando y sintiéndose en el infierno tras un muro negro de su Dios amado sin límites, que le ha abandonado, es su infierno; el Espíritu Santo, Esposo de María por cuya sombra ha sido concebido el Amor de ambos y el Hijo de ella, sufre, siendo eternamente feliz, tan misteriosamente que nos resulta abismo insondable. El Hijo sufre física y espiritualmente, nos resulta corto el lenguaje para expresarlo, y nosotros, pobres pigmeos, nos hemos creado una Iglesia sin misterio, una Iglesia a nuestra medida, una Iglesia supermercado, que nos provee de lo espiritual y también pretendidamente, en concretos sectores, de lo material, sin atisbar más horizonte que las necesidades terrenas que pretenden solucionar vendiendo el Vaticano, sin tener en cuenta que Jesús sólo una vez multiplicó los panes y que dejó dicho que a los pobres siempre los tendréis con vosotros y que hay otra pobrezas que son más sustanciales; y queremos y predicamos una iglesia que no cuente con el sufrimiento ni con la cruz y queremos mantenernos y nos mantenemos pasivos esperando que nos lo den todo hecho sin arrimar nuestros hombros al trabajo del cultivo del hombre interior y siempre alertas para observar y criticar cuando no somos capaces de levantar ni un alma del pecado, ni de corregir un gramo de soberbia o de avaricia propios, o de vencer un átomo por intolerancia y falta de la virtud de la paciencia, ¿se escuchan muchos discursos y se escriben mucho artículos que nos hablen de virtudes y de vicios y de pecados?.
El Padre sufre, el Hijo sufre indeciblemente el Espíritu sufre misteriosamente, María sufre indeciblemente viendo al samaritano, la humanidad, caída y nosotros estamos esperando a que ellos lleven la carga y nos saquen las castañas del fuego sin tocar nosotros ni con la punta del dedo la parte de nuestra cruz que configura el misterio de la Iglesia y que es nuestra vocación de santidad. La Virgen de los Dolores nos ayude a despertar del letargo y a bregar mar adentro, como murió pidiéndonos Juan Pablo II que sí supo cargar con su cruz hasta la muerte, sumergiendo al mundo en el conocimiento de la Cruz y del amor de la Virgen de los Dolores, tanto más exaltada en sus gloriosos dolores, cuanto más abundantes, amargos y angustiosos, la atormentaron.













BOLETIN DE FORMACIÓN I: Creer y Evangelizar en el Año de la Fe


A los sacerdotes, diáconos y seminaristas, miembros de la vida consagrada, movimientos, asociaciones, hermandades y cofradías, y fieles todos de la Archidiócesis.




Queridos hermanos y hermanas:



Al reiniciar las actividades pastorales, pasado el verano, estaremos a las puertas del Año de la Fe, una iniciativa pastoral del Santo Padre Benedicto XVI para la Iglesia universal, que se desarrollará entre el 11 de octubre de 2012 y el 24 de noviembre de 2013. Con ella, el Papa nos invita a conmemorar el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.



Os invitamos a secundar y aprovechar esta iniciativa del Santo Padre. En ella todos debemos implicarnos con espíritu de comunión y sinceramente convencidos de su oportunidad, porque el objetivo marcado para el Año de la Fe no puede ser más necesario y sugestivo: ayudar a los cristianos a creer y evangelizar. Le precede un diagnóstico realista de la situación actual: existe una profunda crisis de fe que afecta a amplios grupos de personas, de tal forma que hoy la fe no se puede considerar como un presupuesto obvio de la vida cotidiana, porque con frecuencia es cuestionada y negada (cf. Benedicto XVI: Carta apostólica Porta fidei nº 2, del 11 de octubre de 2011).



El Año de la Fe, lejos de ser un paréntesis en la tarea de la Nueva Evangelización en la que venimos insistiendo, debe ser considerado como un gran estímulo para un compromiso más convencido de las comunidades cristianas en su misión evangelizadora en la hora presente (Porta fidei, 7).


El Papa vuelve a proponer a toda la Iglesia, como brújula segura para orientar su camino en estos tiempos inciertos y cambiantes, el rico patrimonio de los documentos del Concilio Vaticano II, fielmente interpretados, y el Catecismo de la Iglesia Católica, presentado como auténtico fruto de aquel. El Catecismo desde su propia estructura –Credo, Sacramentos, Mandamientos y Oración- muestra cómo vivir El Arzobispo de Sevilla hoy el encuentro con la persona de Jesucristo, presente en la Iglesia, experiencia que constituye la esencia de la identidad cristiana.

Queridos hermanos y hermanas: volvamos con confianza a los textos del Concilio y al Catecismo y su Compendio, resumen autorizado del mismo, textos estos últimos que están al alcance de todos. Sintamos con fuerza la exigencia de conocer mejor la fe de la Iglesia y la necesidad de transmitirla con fidelidad a las nuevas generaciones, renovando nuestra adhesión al Evangelio de una forma más consciente y vigorosa (cf. Porta fidei, 12).

Con estos propósitos, en comunión con toda la Iglesia, os invitamos a celebrar con provecho el Año de la Fe, cuya apertura en la catedral de Sevilla será el 14 de octubre, domingo, a las seis de la tarde, y la clausura el veinticuatro de noviembre de 2013. Sintiendo la llamada a la Nueva Evangelización, que el Año de la Fe quiere avivar, hemos visto la conveniencia de crear en la Archidiócesis una Vicaría Episcopal para la Nueva Evangelización. Tendrá como tarea impulsar el espíritu misionero, de tal manera que en nuestras parroquias y comunidades cristianas no nos ocupemos sólo de servir a los que vienen a la Iglesia con acciones pastorales de mantenimiento, que nunca debemos descuidar, sino que sintamos la urgencia de salir a las afueras, a las encrucijadas en busca de los que nunca estuvieron en la Iglesia y de aquellos que la han abandonado, para ofrecerles también el don inestimable de la fe.

Conscientes de la importancia de la iniciación cristiana en la vida de nuestra Iglesia particular, nos hemos propuesto elaborar un Directorio, de tal forma que garanticemos, en lo que esté de nuestra parte, una transmisión de la fe y una iniciación sacramental –Bautismo, Confirmación y Eucaristía- que puedan proporcionar fundadas esperanzas de fructificar en una vida cristiana consciente, agradecida y comprometida con la Iglesia y con la sociedad.

Es evidente que las líneas de fuerza en las que venimos trabajando en nuestra pastoral diocesana deben proseguir con todo el empeño del que seamos capaces: La revitalización de la parroquia como casa de la familia cristiana, insistiendo en los cuatro o cinco sectores bien conocidos por todos: la centralidad de la Eucaristía, creída, celebrada, contemplada y adorada; la formación del laicado, la pastoral juvenil, la pastoral de la familia y de la vida, y la pastoral de la caridad. El Año de la Fe no viene sino a reforzar las razones de estas prioridades pastorales.

En la carta apostólica Mane nobiscum Domine, nos invitaba el Papa Juan Pablo II a fortalecer nuestra fe y nuestro amor al sacramento que es el centro de la vida eclesial, y a vivir, en suma, una espiritualidad profundamente eucarística, tomando “conciencia renovada del tesoro incomparable que Cristo ha encomendado a su Iglesia" (n. 29). El Papa nos pedía conocer, amar y contemplar el rostro eucarístico del Señor, impregnándonos de sus actitudes eucarísticas, del modo de ser de Cristo en la Eucaristía y que pasa de Él a nosotros cuando celebramos y adoramos el misterio de nuestra fe (Ib. 25). El propio Juan Pablo II, en su encíclica Ecclesia de Eucaristía nos decía que "todo compromiso de santidad, toda acción orientada a realizar la misión de la Iglesia, toda puesta en práctica de planes pastorales, ha de sacar del misterio eucarístico la fuerza necesaria y se ha de ordenar a él como a su culmen" (EdeE 60).

En los grupos de jóvenes y adultos debemos incrementar el aprecio y el uso del Catecismo, de su Compendio y del Youcat como instrumentos privilegiados en la acción catequética, con la finalidad de crear comunidades firmes en su fe y con capacidad de dar testimonio del Señor Jesús.

En el Año de la Fe no podemos olvidar a la familia, si estamos preocupados por la transmisión de la fe a las nuevas generaciones y por el testimonio cristiano en una sociedad en crisis. “Porque es en la familia –como nos ha dicho el Papa recientemente- donde se experimenta por primera vez que la persona humana no ha sido creada para vivir encerrada en sí misma, sino en relación con los demás; es en la familia donde se comprende cómo la propia realización no se logra poniéndose en el centro, guiados por el egoísmo, sino entregándose; es en la familia donde se comienza a encender en el corazón la luz de la paz para que ilumine nuestro mundo” (Discurso a las Delegaciones Oficiales del Encuentro Mundial de las Familias, Milán 1-6-2012).

Igualmente, el Año de la Fe nos impulsa a intensificar el testimonio de la caridad. “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras?” (Sant 2, 14). Sostenidos por la fe, podemos vivir con esperanza nuestro compromiso en esta hora crucial, tan dramática para los pobres, los parados, los inmigrantes y tantas familias de nuestros pueblos y ciudades, a las que las Cáritas parroquiales, con las aportaciones generosas de la comunidad cristiana, siguen atendiendo en la medida de nuestros pobres medios.

En la vísperas de la apertura del Año de la Fe, que junto a toda la Iglesia nos disponemos a celebrar, exhortamos a los sacerdotes, a los miembros de la Vida Consagrada y a todos los fieles de las parroquias, comunidades, asociaciones, hermandades, cofradías, y movimientos eclesiales a leer y meditar la Carta apostólica Porta Fidei del Santo Padre Benedicto XVI, a intensificar la celebración de la fe, sobre todo, en la Eucaristía dominical, a estudiar los documentos del Concilio Vaticano II, a leer y profundizar en grupo o individualmente en el Catecismo de la Iglesia Católica, a asimilar el Credo por medio de las catequesis que se ofrecerán para este Año, y a promover iniciativas misioneras para ayudar a redescubrir el don de la fe y la responsabilidad de testimoniarla.

Os invitamos a considerar con interés las programaciones de las Delegaciones diocesanas, a aprovechar los medios que ponen a nuestro alcance, a colaborar ofreciendo vuestras capacidades y tiempo en el campo al que os sintáis más atraídos y, sobre todo, a sentir todo como algo propio, porque es el despliegue de la única misión de la Iglesia que todos compartimos. Os invitamos también a rezar para que el Señor haga fecunda con su gracia tanta semilla esparcida. Encomendamos particularmente esta intención a la oración de nuestras queridas comunidades contemplativas, a las que pedimos que impetren del Señor la renovación de la fe de todos los bautizados y un nuevo impulso en su transmisión a las jóvenes generaciones y a todos y cada uno de los fieles de nuestra Archidiócesis.

Encomendamos el curso pastoral que iniciaremos en el próximo mes de septiembre con el Año de la Fe a la intercesión de nuestros mártires, cuya causa deseamos abrir próximamente en la Archidiócesis. También confiamos en la intercesión maternal de María, Madre de Dios, invocada entre nosotros en múltiples y bellísimos títulos, uno de ellos el dulce nombre de Virgen de Consolación, cuyo santuario de Utrera queremos declarar “santuario diocesano”, promoviendo aquel lugar, tan antiguo y rico en historia de amor a Nuestra Señora, como centro de peregrinación en el que podamos experimentar la protección de aquella que invocamos como Estrella de la Nueva Evangelización.

Concluimos esta carta pastoral deseando a todos un fructuoso descanso estival, para comenzar con energías renovadas en el próximo mes de septiembre el nuevo curso pastoral y el Año de la Fe.




Con estos augurios, os enviamos nuestro saludo fraterno y nuestra bendición.





+ Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla.

+ Santiago Gómez Sierera, Obispo Auxiliar













FORMACIÓN II: 8 Preguntas Sobre la Fe (Año de la Fe)



OCHO PREGUNTAS SOBRE EL AÑO DE LA FE

1. ¿Qué es el Año de la Fe?
El Año de la Fe "es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo" (Porta Fidei , 6).

2. ¿Cuando inicia y termina?

Inicia el 11 de octubre de 2012 y terminará el 24 de noviembre de 2013.

3. ¿Por qué esas fechas?

El 11 de octubre coinciden dos aniversarios: el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el 20 aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. La clausura, el 24 de noviembre, será la solemnidad de Cristo Rey

4. ¿Por qué el Papa ha convocado este año?

"Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas". Por eso, el Papa invita a una "auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo". El objetivo principal de este año es que cada cristiano "pueda redescubrir el camino de la fe para poner a la luz siempre con mayor claridad la alegría y el renovado entusiasmo del encuentro con Cristo".

5. ¿Qué medios ha señalado el Santo Padre?

Como expuso en el Motu Proprio "Porta Fidei": Intensificar la celebración de la fe en la liturgia, especialmente en la Eucaristía; dar testimonio de la propia fe; y redescubrir los contenidos de la propia fe, expuestos principalmente en el Catecismo.

6. ¿Dónde tendrá lugar?

Como dijo Benedicto XVI , el alcance será universal. "Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo".

7. ¿Dónde encontrar indicaciones más precisas?

En una nota publicada por la Congregación para la doctrina de la fe . Ahí se propone, por ejemplo:

- Alentar las peregrinaciones de los fieles a la Sede de Pedro;

- Organizar peregrinaciones, celebraciones y reuniones en los principales Santuarios.
- Realizar simposios, congresos y reuniones que favorezcan el conocimiento de los contenidos de la doctrina de la Iglesia Católica, y mantengan abierto el diálogo entre fe y razón.
- Leer o releer los principales documentos del Concilio Vaticano II.
- Acoger con mayor atención las homilías, catequesis, discursos y otras intervenciones del Santo Padre.
- Promover trasmisiones televisivas o radiofónicas, películas y publicaciones, incluso a nivel popular, accesibles a un público amplio, sobre el tema de la fe.
- Dar a conocer los santos de cada territorio, auténticos testigos de fe.
- Fomentar el aprecio por el patrimonio artístico religioso.
- Preparar y divulgar material de carácter apologético para ayudar a los fieles a resolver sus dudas.
- Eventos catequéticos para jóvenes que transmitan la belleza de la fe.
- Acercarse con mayor fe y frecuencia al sacramento de la Penitencia.
- Usar en los colegios el compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.
- Organizar grupos de lectura del Catecismo y promover su difusión y venta.

8. ¿Qué documentos puedo leer por ahora? 

- El motu proprio de Benedicto XVI "PORTA FIDEI" ; 
- La nota con INDICACIONES PASTORALES para el Año de la Fe ;
- El CATECISMO de la Iglesia Católica ;










BOLETIN DE FORMACIÓN INFORMATIVO: Calendario del año de fe

Como ya les adelantamos, el arzobispo de Sevilla ha presentado en la mañana del martes 9 de octubre el programa de actos con motivo de la celebración del Año de la Fe en la Archidiócesis. Mons. Asenjo Pelegrina ha estado acompañado en la rueda de prensa por el vicario episcopal para la Nueva Evangelización.

Adrián Sanabria ha destacado, como lo más importante de este Año en Sevilla, “que todas las parroquias, delegaciones y organismos de la archidiócesis asumirán un mismo temario de formación, en el que se trabaje el Credo utilizando el compendio de la iglesia católica como documento magisterial central”.

Sanabria ha enumerado los actos más destacados de una programación que comenzará el domingo, 14 octubre, con la Eucaristía de apertura del año de la fe en la Catedral. Comenzará a las seis de la tarde. El 17 y 18 de noviembre se celebrará en la céntrica plaza de San Francisco la muestra y encuentro diocesano de laicos. Será una especie de “feria de muestras de la fe”, donde la oración, la presentación de testimonios y carismas, tendrán su máximo protagonismo. La noche del 7 de diciembre se celebrará la tradicional vigilia de la Inmaculada, “ya que María es el mejor icono de nuestra fe”, subraya Adrián Sanabria.

El primer domingo de cuaresma, 17 de febrero, a primera hora de la tarde, está prevista la celebración del Viacrucis en la avenida de la Constitución, preparado con la colaboración del Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla. Catorce imágenes de Cristos de la Semana Santa saldrán en andas y parihuelas y se rezará el Viacrucis. Mons. Asenjo ha subrayado que la elección de estas catorce imágenes recaerá en el Consejo de Hermandades y la Delegación Diocesana.

El 13 de abril, los jóvenes de la Archidiócesis profesarán por sus pueblos y ciudades la fe, con obras, gestos, canciones y testimonios. Y catorce días después, el 27 de abril, a las siete y media de la mañana, salida extraordinaria de la patrona de la Archidiócesis, la Virgen de los Reyes, con motivo del rosario por los frutos espirituales de este Año de la Fe, por los enfermos y por las vocaciones sacerdotales y religiosas. Formarán parte de la comitiva representaciones de todas las hermandades de Gloria de Sevilla.

El 18 de mayo, en el ecuador del Año de la Fe, se celebrará la vigilia de Pentecostés. El jueves 30 de mayo, la celebración del Corpus tendrá como siempre su resonancia plena en Sevilla, pero adquirirá una expresión muy especial de comunión universal, en la noche del 1 al 2 de junio. El objetivo será que en todas las iglesias de la Archidiócesis se vele, ore y esté junto al Señor. En todas las iglesias del mundo se expondrá al Señor a la misma hora y con el mismo esquema de oración.

Un acto que comporta un motivo especial de alegría para la Iglesia será el que se celebre el 29 de junio, fiesta de san Pedro y Pablo. Ese día seis diáconos serán ordenados sacerdotes “para ser testigos de la fe en medio del mundo”.

Durante todo el curso, comenzando el 19 de octubre y finalizando 7 de junio, el Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad de Sevilla (SARUS) organiza el Foro mensual ‘Humanismo y Ciencia’, dirigido a profesores universitarios. Además, Adrián Sanabria ha destacado que “cada delegación diocesana seguirá teniendo sus actos, encuentros, jornadas de formación, retiros, etc”. La clausura del Año de la Fe será el 24 de noviembre, solemnidad de Cristo Rey del Universo. En este momento comenzarán las misiones populares en toda la Archidiócesis.

Por otra parte, el vicario para la Nueva Evangelización señaló que se está a la espera de poder confirmar otros actos, como es el caso de la representación en el Auditorio Riberas del Guadaíra de Alcalá de Guadaíra del musical “No tengáis miedo”, que representa la vida de Juan Pablo II. También falta por concretar la fecha de la celebración del Atrio de los Gentiles, donde personalidades del arte, el deporte y la literatura leerán junto con los obispos de Sevilla pasajes bíblicos acompañados por la interpretación de piezas escogidas de música coral y de órgano. El sentido de esta iniciativa será “descubrir la Palabra de Dios como palabra de vida y de respuestas e interrogantes al hombre de hoy”.

A partir de mediados de noviembre comenzarán los recorridos por templos de Sevilla, para los que se está preparando una guía de la fe, “es decir –subraya Sanabria-, nos acercaremos al arte desde la reflexión catequética de lo que hoy significa la obra que estamos viendo para nuestras vidas. Decía el Papa Benedicto XVI que el arte pone en comunicación al hombre con Dios”. En esta línea, el palacio arzobispal abrirá sus puertas un sábado al mes, en el que se podrá visitar gratuitamente la parte noble y contemplar su pinacoteca, “la tercera de Sevilla tras el Museo de Bellas Artes y la Catedral”, añadió el arzobispo. La Fundación Sevillana Endesa ha iluminado estos salones y se ha dotado de la más moderna tecnología de seguridad y conservación.

Paralelamente, la Archidiócesis ha presentado esta mañana una nueva versión –la tercera- de su página web, en la que tiene una presencia destacada todo lo concerniente al Año de la Fe. Además del espacio habitual a las noticias, se ha reservado un lugar destacado a la opinión, por medio de blogs temáticos; se ha actualizado la presencia de la Archidiócesis en las redes sociales, las secciones multimedia, la información económica, la posibilidad de concertar on line las visitas culturales al Arzobispado, etc.

Frase destacada

Mons. Asenjo: "queremos vivir el Año de la Fe en Sevilla con hondura".












BOLETÍN DE FORMACIÓN III: El valor del compromiso de la fe cristiana y católica


Deseo compartir desde esta sección reflexiones sobre la fe, semana a semana emprenderemos un camino de reflexión y vida. Un camino en torno a la fe, todo ello porque comenzamos el Año de la Fe, un año que no puede dejarnos indiferentes, un año que debe marcar nuestras vidas, un año que no puede pasar sin que algo grande ocurra en nuestras vidas. Hay una pregunta que todos tendríamos que hacernos en estos días: ¿ qué es para mí la fe?. En la medida en la que seamos capaces de contestar a esa cuestión iremos entendiendo y dando respuesta a lo que Dios quiere de nosotros.

Os presento para esta primera semana una preciosa reflexión que el Beato Juan Pablo II nos dejaba. Piénsala, reflexiónala, medítala y hazla oración. Fijaos lo que decía:

“ La fe no consiste en la última novedad que hoy es noticia y mañana está ya olvidada. La fe no es una enseñanza que alguien puede adaptar a sus necesidades y según el momento presente. No es invención o creación nuestra. La fe es el gran don divino que Jesucristo ha hecho a la Iglesia. Dice san Pablo en la carta a los Romanos: «La fe surge de la proclamación, y la proclamación se verifica mediante la palabra de Cristo» (10, 17). El creyente encuentra su fundamento en Jesucristo, que sigue viviendo en su Iglesia a lo largo de los siglos hasta el día del juicio.

La fe vive en la tradición de la Iglesia. Sólo en ella podemos encontrar con seguridad la verdad de Jesucristo. Sólo una rama viva del árbol de la comunidad eclesial tiene su fuerza en las raíces. 

Os exhorto hoy a mantener firme la fe de la Iglesia. Es lo que han hecho vuestros padres y vuestras madres. Ateneos a la fe también vosotros y trasmitidla sucesivamente a vuestros hijos. Ésta es la razón de mi viaje pastoral en medio de vosotros: «Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié, que recibisteis y en el que habéis perseverado» (1 Cor 15, 1).

Sin una fe firme carecéis de apoyo y estáis a merced de las enseñanzas cambiantes del tiempo. Ciertamente hay también hoy algunos ambientes en los que ha dejado de aceptarse la doctrina correcta, y se busca en ellos, conforme a los propios deseos, maestros nuevos que os lisonjean, como advirtió san Pablo. No os dejéis engañar. No hagáis caso de los profetas del egoísmo, que interpretan de manera incorrecta la evolución individual, que os proponen una doctrina terrena de salvación y que quieren construir un mundo sin Dios.

Para poder decir «creo», «yo creo», es necesario estar dispuestos a la abnegación, a la entrega de sí mismos, es necesario también estar dispuestos al sacrificio y la renuncia y tener un corazón generoso, un corazón como el de la Santísima virgen María”

Adrián Sanabria Mejido.

Vicario Episcopal para la Nueva Evangelización













BOLETIN DE FORMACIÓN IV: El año de la fe

“EL OLVIDO DE DIOS ES EL ORIGEN DE TODOS LOS PROBLEMAS DE LA SOCIEDAD”

"Occidente vive una especie de apostasía silenciosa"

En su homilía, mons. Juan José Asenjo ha comenzado afirmando que “los cristianos vivimos nuestra fe en Jesucristo en un contexto social de ‘olvido de Dio’ y de profunda crisis de fe, que como afirma el Papa ya no es el presupuesto obvio de la vida de nuestro pueblo. En las sociedades occidentales se ha producido una especie de ‘eclipse de Dios’,una evidente amnesia de nuestras raíces cristianas, un abandono del tesoro de la fe recibido, que ha sido el alma de Occidente, y que ha producido una cultura exuberante, la cultura cristiana. Occidente vive en una especie de apostasía silenciosa”. “El hombre se cree autosuficiente y vive como si Dios no existiera”. Con esta frase ha resumido mons. Asenjo el análisis inicial de una situación que se evidencia en la escasa valoración que la religión tiene en la sociedad occidental, donde, por contra, “crece el número de los que se adhieren a las llamadas ‘religiones civiles’, la ecología, el deporte, el culto al cuerpo, etc., que son para muchos como un sustitutivo de Dios. Llama la atención el creciente ‘prestigio’intelectual de la increencia, artificialmente alimentado por algunos medios de comunicación que tienen entre sus objetivos borrar a Dios de la historia y de la ciudad de los hombres”.

“El olvido de Dios es el origen de todos los problemas de la sociedad"

En esta línea, ha subrayado el hecho de que “el olvido de Dios es el origen de todos los problemas de la sociedad, de la insolidaridad y la pobreza, de las crisis familiares, de la soledad y la angustia de tantos hermanos nuestros, del nihilismo de tantos jóvenes sin rumbo y sin esperanza”.

Más adelante ha analizado el concepto de fe, y sus dos dimensiones, intelectual y afectiva. Ha subrayado “la donación incondicional, radical, absoluta e irrevocable a Dios que se nos ha manifestado en Jesucristo” como el “sentido más pleno” de la palabra fe. “La fe –añadió- es un don de Dios, un don gratuito que cada día debemos impetrar”, y que “crece y se mantiene en el trato con Dios”, en la oración. Por otro lado, ha destacado que “la fe sin obras es una fe muerta”, y ha abogado por la “coherencia entre lo que se cree y lo que se vive”.

Otro aspecto de la fe que ha destacado el arzobispo es la necesidad de vivirla en comunidad: “la fe es un asunto personal, pero no es un asunto privado. La fe la recibimos de la Iglesia. Ella es la que la ha trasmitido a todas las generaciones, la ha protegido de falsificaciones y la ha hecho brillar a lo largo de los siglos”. A continuación, el prelado ha apostillado que “si estamos convencidos de que nuestra fe es el mayor tesoro que poseemos, si estamos convencidos de que nuestro encuentro con el Señor es con mucho lo mejor que nos ha podido suceder en nuestra vida, hemos de arder en deseos de gritarlo por las plazas y de compartir con los demás este tesoro: la fe en Jesucristo, fuente de la esperanza que no defrauda”.

"El cristianismo no debe ser tibio"

Finalmente, mons. Asenjo ha destacado un pasaje del Papa Benedicto XVI en la primera sesión del Sínodo de los Obispos, cuando afirmó que «El cristianismo no debe ser tibio, este es el mayor peligro del cristianismo de hoy: la tibieza desacredita al cristianismo». En este punto ha llamado la atención sobre “la necesidad de contar con evangelizadores creíbles, gracias a un testimonio personal y colectivo de vida santa”.













BOLETIN DE FORMACION V: HOMILÍA EN LA APERTURA DEL AÑO DE LA FE

Domingo, 14 de octubre de 2012
1. «La puerta de la fe (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros». Así comienza la carta apostolica Porta fidei por la que el Papa Benedicto XVI convoca el Año de la Fe.

Es una puerta que conduce a la alegría, a la esperanza, a la fortaleza del corazón y a la juventud del espíritu, porque es una puerta que lleva a la comunión con Dios, que es Verdad y Amor eternamente joven. Es una puerta siempre abierta, que constituye una permanente invitación a entrar.

2. No descubro ningún misterio si afirmo que los cristianos vivimos nuestra fe en Jesucristo en un contexto social de“olvido de Dios” y de profunda crisis de fe, que como afirma el Papa ya no es el presupuesto obvio de la vida de nuestro pueblo. En las sociedades occidentales se ha producido una especie de “eclipse de Dios”, una evidente amnesia de nuestras raíces cristianas, un abandono del tesoro de la fe recibido, que ha sido el alma de Occidente, y que ha producido una cultura exuberante, la cultura cristiana. Occidente vive en una especie de apostasía silenciosa, en la desertización espiritual de la que hablaba el Papa en su homilía del pasado jueves, en la inauguración del Año de la Fe. El hombre se cree autosuficiente y vive como si Dios no existiera. Él es el gran ausente en la vida personal, familiar y social.

3. Por todo ello, la religión ocupa uno de los últimos lugares en una escala de valoración de la sociedad occidental. Sus valores fundamentales son el consumismo, el hedonismo, el placer y el disfrutar, mientras crece el número de los que se adhieren a las llamadas "religiones civiles", la ecología, el deporte, el culto al cuerpo, etc., que son para muchos como un sustitutivo de Dios. Llama la atención el creciente «prestigio» intelectual de la increencia, artificialmente alimentado por algunos medios de comunicación que tienen entre sus objetivos borrar a Dios de la historia y de la ciudad de los hombres.

4. Lo cierto es que para muchos conciudadanos nuestros se está haciendo normal el olvido de Dios y la relación personal con Él. Pero si Dios es la fuente de la vida, como nos dice el Papa, el ser humano, sin una referencia consciente a su Creador, pierde su dignidad e identidad. El olvido de Dios es el origen de todos los problemas de la sociedad, de la insolidaridad y la pobreza, de las crisis familiares, de la soledad y la angustia de tantos hermanos nuestros, del nihilismo de tantos jóvenes sin rumbo y sin esperanza. Por ello, hemos de agradecer de corazón al Papa la convocatoria del Año de la Fe.

5. La fe en Dios y en su Hijo Jesucristo es lo único que nos permite construir nuestra vida sobre roca. Él es quien da estabilidad y consistencia a nuestra vida. «Todo cambia –nos dice el Papa- dependiendo de si Dios existe o no existe».Efectivamente, la fe ilumina la vida del creyente, la transforma, la llena de plenitud, de hermosura y de esperanza, porque el hombre está hecho para Dios. “Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti”. La frase es de San Agustín, quien a lo largo de su juventud buscó ávidamente la felicidad en los sistemas filosóficos y en toda suerte de placeres, y que sólo la halló cuando a los 33 años volvió a la fe de su infancia, que tanto había pedido a Dios su madre Santa Mónica. Desde entonces tuvo claro que el acto de fe es algo humanamente razonable y que, dado que Dios es el creador del mundo visible, no hay oposición entre el conocimiento científico y el de la fe como nos dice el CIC (nn.155-159).

6. ¿Y qué es la fe? El CIC 50, nos dice que la fe es ante todo la adhesión personal del hombre a Dios y el asentimiento libre a las verdades que Dios nos ha revelado y la Iglesia nos enseña. El Youcat afirma que la fe es saber y confiar. Esto quiere decir que la fe tiene dos dimensiones: una de orden intelectual y otra de orden afectivo. La primera nos exige creer, aceptar los misterios que Dios nos ha revelado por medio de la palabra de su Hijo interpretada por la Iglesia, basándonos en la autoridad de Dios. Este aspecto, siendo relevante, es menos importante que el segundo. Muchos de nosotros no tenemos grandes dificultades para admitir las verdades que la Iglesia nos propone: la divinidad de Cristo, la resurrección de la carne y la vida eterna, la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía o la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen.

7. Pero siendo importante esta dimensión, lo es más la segunda: la entrega personal a quien nos pide esa adhesión, es decir, la donación incondicional, radical, absoluta e irrevocable a Dios que se nos ha manifestado en Jesucristo. Este es el sentido más pleno de la palabra fe, que tiene mucho que ver con la caridad teologal. Pues bien, sólo por medio de una fe así, por la que el hombre entra en comunión con Dios, estableciendo un vínculo de confianza, de amistad y de obediencia a su santa ley, nuestra vida encuentra su verdadero sentido, su más verdadera plenitud. Como afirma el Papa Benedicto XVI, “Dios es la fuente de la vida; eliminarlo equivale a separarse de esta fuente e, inevitablemente, privarse de la plenitud y la alegría: «sin el Creador la criatura se diluye»” (GS 36).

8. La fe es un don de Dios, un don gratuito que cada día debemos impetrar. Necesitamos pedirla como los Apóstoles, que mediada la vida pública, piden a Jesús: “Señor, auméntanos la fe” (Luc 17, 5), o como el padre del muchacho epiléptico que dice a Jesús: “Señor, yo creo, pero aumenta mi fe” (Mc 9,24). Necesitamos la fe de Tomás, que arrodillado ante Jesús, exclama: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28). Necesitamos la fe de la hemorroísa, que no atreviéndose a pedir a Jesús que la cure, trata de tocar siquiera el borde de su manto, y a la que Jesús le dice: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y que se te cure todo mal” (Mc 5,34). Necesitamos la fe de Pedro, que confesa a Jesús como el Mesías, el Cristo, el Hijo del Dios vivo (Mt 16,16) y que dice a Jesús: “Señor, a quién iremos. Solo tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68).

9. La fe aumenta, crece y se mantiene en el trato con Dios. En la oración, el Señor va derramando en nuestros corazones, con el poder de su Espíritu, una especie de connaturaralidad o afinidad con la verdad revelada, ayudandonos a adquirir una fe madura, sólida, que no se fundamenta únicamente en el sentimiento. Todas las grandes conversiones han tenido como punto de partida la nostalgia de Dios y la oración. Es el caso de Paul Claudel, el gran poeta frances, convertido en la tarde de Navidad de 1886. Como él mismo nos confiesa, llevaba tiempo sintiendo en su corazón joven la nostalgia de la fe de su infancia, perdida en su adolescencia; y pedía a Dios que le concediera el don de la fe. En esa tarde, entró en Notre Dame de París. Se estaban celebrando las Vísperas. Un coro de niños y de seminaristas cantaba el Magníficat. Sobrecogido por la belleza del gótico catedralicio, del canto gregoriano y de los acordes del órgano, sintió en su corazón que renacía el don de la fe: “¡Es verdad! –se dijo a sí mismo entre sollozos mientras sonaba en la catedral el Adeste fideles- ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! ¡Me ama! ¡Me llama!". Entonces se persuadió de Dios era alguien real, tan real como él mismo, y que su verdadero hogar era la Iglesia católica.

10. He dicho al principio que la puerta de la fe conduce a la esperanza y a la alegría. Es la alegría de Mateo, de Zaqueo o de la Samaritana cuando se encuentran con Jesús. Es la alegría que experimenta André Frossard, aquel comunista francés, hijo del primer Secretario del partido comunista de Francia, educado en el más crudo ateísmo, que encontró la fe cuando, en una tarde de julio de 1935, entró en una iglesia del barrio latino de París buscando a un amigo y se encontró inesperadamente con Dios, experimentando una alegría indescriptible, “una alegría –escribirá él después- que no es sino la exultación del salvado, la alegría del náufrago recogido a tiempo". Es el júbilo que experimentan todos los que se encuentran con el Señor. Dios quiera que sean muchos en este Año de la Fe.

11. La fe necesita ser alimentada en la oración; necesita ser cultivada y formada. Necesita asemás ser refrendada por las obras. El Youcat nos dice que “la fe es incompleta mientras no sea efectiva en el amor”. Así es en realidad. La fe sin obras es una fe muerta. Esto quiere decir nuestra fe tiene que reflejarse en la vida. A veces los cristianos somos tan pobres y tan abandonados que se produce en nosotros una especie de divorcio entre la fe y la vida. Pero cuando falta la coherencia entre lo que se cree y lo que se vive, antes o después la fe se va tornando mortecina hasta apagarse.

12. Otro aspecto que subraya el CIC es que vivimos nuestra fe dentro de la comunidad cristiana y sostenidos por ella. Nadie puede creer por sí sólo, como nadie puede vivir por sí sólo. La fe es un asunto personal, pero no es un asunto privado. La fe la recibimos de la Iglesia. Ella es la que la ha trasmitido a todas las generaciones, la ha protegido de falsificaciones y la ha hecho brillar a lo largo de los siglos. Esa fe se contiene en el Catecismo de la Iglesia Católica, que debe ser en este Año de la Fe, junto a la Biblia y los documentos del Concilio Vaticano II, nuestros libros de cabecera y el principal instrumento para la preparación de la homilía, de la catequesis, de la clase de religión y de cualquier actividad formativa.

13. Quiero deciros también que hoy es muy difícil perseverar en la fe en solitario. Necesitamos el apoyo, la compañía y el arropamiento de la Iglesia, de la comunidad parroquial, del grupo o movimiento del que formamos parte y de los sacerdotes. La Iglesia nos ha transmitido la fe y nos sostiene, alienta y anima en nuestra vida de fe. De la misma forma, nosotros hemos de transmitirla a nuestros hermanos. Nuestro amor a Jesucristo y a los hombres debe impulsarnos a hablar a los demás de nuestra fe. No podemos esconder la fe bajo el celemín, porque correríamos el riesgo de que se asfixiara. Hemos de ponerla sobre el candelero para que alumbre a todos, cercanos y lejanos. Si estamos convencidos de que nuestra fe es el mayor tesoro que poseemos, si estamos convencidos de que nuestro encuentro con el Señor es con mucho lo mejor que nos ha podido suceder en nuestra vida, hemos de arder en deseos de gritarlo por las plazas y de compartir con los demás este tesoro: la fe en Jesucristo, fuente de la esperanza que no defrauda.

14. Pero para evangelizar con garantías la primera condición requerida es la conversión, la conversión de nosotros los cristianos, nuestra propia conversión. Así nos lo está diciendo insistentemente el Papa Benedicto XVI. Así nos lo decía el pasado lunes en la primera sesión del Sínodo de los Obispos: «El cristianismo no debe ser tibio, este es el mayor peligro del cristianismo de hoy: la tibieza desacredita al cristianismo». Una Iglesia que quiera ser luz y sal, tiene que ser una Iglesia convertida, una Iglesia de santos. Los santos son los verdaderos evangelizadores, nos decía el Papa en su homilía del pasado domingo. La necesidad más urgente de la Iglesia en Occidente, es la necesidad de contar con evangelizadores creíbles, gracias a un testimonio personal y colectivo de vida santa. A la protección maternal de la Santísima Virgen, peregrina de la fe, maestra y modelo de fe, os encomiendo. Que Ella nos ayude a todos a robustecer nuestra fe en este año de gracia. Que Ella nos aliente en el Año de la Fe a convertirnos a nuestro único Señor, a aspirar con todas nuestras fuerzas a la santidad y a vivir gozosa y comprometidamente nuestra fe. Así sea.

+ Juan Jose Asenjo Pelegrina
















BOLETIN DE FORMACION VI: Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI y Valoraciones Personales de Sacerdotes

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis deseo contestar a la pregunta ¿qué es la fe y qué sentido tiene en un mundo de ciencia y técnica? Es paradójico que a pesar de tantos logros el hombre no haya crecido en humanidad, que se sienta desorientado en cuestiones fundamentales de la existencia. En efecto, el saber científico no basta, necesitamos amor, sentido, esperanza, un fundamento que nos ayude en la dificultad. La fe es eso, encomendarse a Aquel que nos da una certeza distinta, pero igualmente sólida, Dios. No es, por tanto, el mero aceptar una serie de verdades, sino adherirse a quien me da esperanza y confianza. Lógicamente, al revelarse, Dios ha llenado de contenido la fe, pues mostrándose en Cristo, ha manifestado su amor en la Cruz. La fe es creer en ese amor inmune a nuestra malicia, que es capaz de redimir toda esclavitud y darnos la salvación. Confiar en este amor conlleva también saber que es un don que hemos recibido, que no merma nuestra libertad ni nuestra inteligencia, sino que las exalta.
* * *
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los queridos hijos de Panamá, a quienes encomiendo a la amorosa protección de Santa María La Antigua, para que sean valientes misioneros del Evangelio de su Hijo, de palabra y con el propio ejemplo de vida. Dirijo también un afectuoso saludo a los grupos provenientes de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a pedir que el Espíritu Santo mueva los corazones y los dirija a Dios, para que juntos podamos con alegría proclamar nuestra fe. Muchas gracias.

(Enlace para ver la audiencia general sobre el año de la fe del dia 24 de octubre del Santo Padre)


Reflexiones
La fe se vive en la Iglesia

Cuando rezamos el credo decimos: “ Creo en la iglesia…”, estoy convencido que en vuestra fe, al menos en la mía, ha jugado un papel muy importante la parroquia, la comunidad, el pertenecer a un grupo o hermandad, que os fue ayudando a descubrir la maravillosa presencia de Dios en vuestras vidas. La iglesia es sin duda la escuela de la fe. Iglesia somos todos y depende de todos.

Por desgracia hay muchos que dicen: “yo creo en Dios pero no creo en la Iglesia”, otros muchos desean vivir la fe por libres, sin comunidad, hay quienes dicen que se puede prescindir de la iglesia para vivir el mensaje del reino; de ahí que, en esta tercera semana, os esta interesante reflexión de W. Kasper, dice así : “ Aun cuando la Iglesia no sea la meta del acto de fe, sin embargo, ocupa un lugar importante en la confesión de fe. No se puede decir simplemente: Dios y Jesús, sí; Iglesia, no. La fe y la Iglesia están esencialmente unidas. Incluso desde una perspectiva puramente humana, nadie vive completamente solo. Como hombres, dependemos en muchos aspectos unos de otros. Esto no sólo es válido respecto de la satisfacción de nuestras necesidades corporales básicas, de la consecución de alimento y vestido, vivienda y trabajo para las necesidades cotidianas. También en nuestras convicciones morales y religiosas nos nutrimos de lo que hemos recibido de nuestros padres y maestros, de amigos y conocidos y, en general, de nuestro entorno. Nuestro propio pensamiento necesita el lenguaje y con el lenguaje, por lo demás, expresamos nuestras ideas. Pero el lenguaje lo recibimos de la comunidad en la que crecemos y vivimos; con el lenguaje recibimos los patrones decisivos de interpretación del mundo. El hombre, en cuanto ser hablante, es un ser social. La iglesia es por tanto el mejor lugar para vivir la fe, para hablar de la fe, para compartir la fe, para testimoniar la fe. La iglesia es el espacio que Dios nos ha donado para vivir el inigualable don de la fe. Un cristiano debería dar gracias constantemente por la iglesia, por su parroquia, por su comunidad”.

Adrián Sanabria Mejido.













Boletin de formacion VIII: No puedo parar de crear.



Mis queridos amigos, imagino que a los que fuísteis al musical de Juan Pablo II os parecería un verdadero regalo de Dios, al menos a mí me encantó y así me lo han manifestado muchísimas personas, además he tenido la dicha de convivir durante el fin de semana con  esos “actores del Reino” que me han recordado la alegría del Evangelio. Una de las personas que componían el musical, entre bromas y risas, siempre decía: “ no puedo parar de crear”, y curiosamente a eso nos debería llamar nuestra fe, a no parar de crear, desde nuestra esperanza, lazos de unión con los que no creen, a crear desde nuestra experiencia de Dios espacios de diálogo, a crear desde nuestra fe encuentros de oración, de fraternidad, de vida… así, sin darnos cuenta, estaremos colaborando con la tarea de la  Nueva Evangelización a la que nos exhortaba el Santo Padre en su carta Porta Fidei. Permitidme que os haga una pregunta ¿ creéis que vuestra vida evangeliza a los demás? ¿ creéiss que vuestra vida interroga a vuestros vecinos,  familia,  entorno?, ¿ creéiss que la gente al veros, al escucharos, al convivir con vosotros recibe la frescura de la fe? ¿ estáis, estamos colaborando en la acción evangelizadora que la iglesia nos pide?
Nuestra fe nos ha de llevar a evangelizar, y hemos de hacerlo, recordando al Beato Juan Pablo II, con nuevo ardor, es decir,  con el calor que hemos de poner en nuestras palabras. Sobre todo confirmando nuestra palabra con el testimonio de nuestra propia vida. Hablando sencillamente de lo que creemos y porqué lo creemos. Hemos de evangelizar con nuevos métodos, empleando  todos los medios posibles, ya que han cambiado mucho las circunstancias del mundo, y tenemos que introducir el Evangelio en las nuevas formas de vida, ¿ no os parece que de vez en cuando podríamos mandar en el Whatsapp "Dios te ama", o " No tengas miedo Dios está a tu lado? Y , por último, hemos de evangelizar con nueva expresión, porque al hombre moderno le hablamos con lenguaje moderno,  metiéndonos en su propia cultura. Hemos de hablar de Dios como algo tan de nosotros que no nos cuesta hacerlo. 
Permitidme que termine mi reflexión de esta semana con una preciosa  historia de una mujer que evangelizaba cogiendo cristales de la playa, sí cristales de la playa. Haber qué os parece:
Se encontraba una familia de cinco personas pasando el día en la playa. Los niños estaban haciendo castillos de arena junto al agua cuando, a lo lejos, apareció una anciana, con sus canosos cabellos al viento y sus vestidos sucios y harapientos, que decía algo entre dientes mientras recogía cosas del suelo y las introducía en una bolsa.
Los padres llamaron junto a si a los niños y les dijeron que no se acercaran a la anciana. 
Cuando ésta pasó junto a ellos, inclinándose una y otra vez para recoger cosas del suelo, dirigió una sonrisa a la familia. Pero no le devolvieron el saludo.
Muchas semanas más tarde supieron que la anciana llevaba toda su vida limpiando la playa de cristales para que los niños no se hirieran los pies. 
¿ No os parece que evangelizaba?
Buena semana a todos. ¡¡ NO TENGÁIS MIEDO!!!
Adrián Sanabria.